Mostrando entradas con la etiqueta grave error!. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta grave error!. Mostrar todas las entradas

jueves, 30 de enero de 2014

Soy tu vos anterior.

Y otra vez lo encontré. Otra vez sentado en esa silla. Siempre en la misma silla, siempre en el mismo bar, siempre ahí, siempre en ese lugar. Y con la misma ropa, y con la misma forma de hablar con el mozo. Tan fácil de explicarlo, tan fácil de describirlo, pero tan difícil. No lo entenderías, pero si lo hubieras conocido. Si lo hubieses cruzado. Sólo una vez, y así por lo menos me harías sentir (al menos un poco) menos solo.

Y no sé qué hace, parecería estar anhelando una conexión con el mundo sólo con perdurar, sólo estando ahí, sólo con esperar.

Y no sé de qué trabaja, pero trabaja. Y no sé de qué vive, pero ahí está. ¡Carajo!, ¡ahí está!. Y claro que vive.

Encontré la mesa víctima de mi cansancio. Apoyé tranquilamente mi valija; o sea todas mis pertenencias.

Te aseguro que si hubiera encontrado a otra persona, lo primero que habría hecho era saludarla (después acomodarme).
Pero él era especial, era un vecino viejo del barrio. Siempre en el mismo asiento, siempre conforme. Como la canilla de mi casa, que a veces queda abierta, hablándome, y la ignoro. La ignoro.

Lo miré otra vez, sonreí. Sonreí y me digné a recibirlo con una noble sonrisa, pero no sé por qué. Siempre me decía lo mismo, nunca aportaba nada nuevo. No me creés, lo sé. Pero lo hice porque una y otra vez me contentaba con verlo, simplemente por eso. 
Y llevé mi mejor sonrisa a su asiento, y no esperé lo mismo, porque no lo hacía. Sonreía muchas veces, pero no conmigo.

Me quería, pero creo que me tenía lástima.

Esperé aunque sin desearlo la nostalgia que me transmitiría. Sabía que tendría ganas de volver al pasado, sabía que me recordaría muchas idioteces cometidas, pero luché. Me animé.

Nunca había estado más consternado, más desorientado, menos propenso a recibir esas tres palabras cómo respuesta.

Esas palabras del título.

¿Para qué le había preguntado?. ¿Por qué había cometido semejante estupidez?. ¿Por qué?.

Me amé una vez más a mí mismo. Dios no debería permitir esto.
Me amé, pero más amé a esa mujer, a la que no me olvidó, a la que me amó tanto, a la que me soportó. A la que esperó mi respuesta tardía. A la que sufrió por mí: ese imbécil inmaduro.

Pero la dejé. La dejé por temor, la abandoné por simplemente amar, la abandoné por simplemente esperar. La dejé por aquella otra, aquella forra, aquella forrrrra, aquella desquiciada mujer, aquella personita mundana. Que no tardaré en olvidarme, porque es como una hormiga, así de chiquita.

Que nunca me vengaré, que nunca perseguiré, ya no más. 

Simplemente porque no vale la pena.