lunes, 2 de diciembre de 2013

idiota.

¡Qué infelicidad percibo en el ambiente!. El aire está hecho de miedo y el polvo que piso de mi casa desvencijada me recuerda a mi estadía en Buenos Aires: extrañamente horrible. La vagancia y el desdén me absorben, pasan por todo mi cuerpo diciendo "debes abandonar". Me pregunto qué cosa, ya abandoné, ahora mismo no estoy haciendo nada importante, supongo. Me puse a pensar, ¿qué será? ¿qué debo abandonar?. No encontraba solución alguna. Mi apego lo abandoné, ¿mi estudio? es poco y nada. Debía existir algo superfluo que no convendría que continúe. Seguí caminando por mi casa intentando ignorar ese gusto espantoso del polvo sobre mi cara, intentando concentrarme en el problema. ¿Qué me pasaba?. Descubrí que era algo psicológico, con franqueza diría que fue lo primero que pensé, al verlo bastante plausible lo tomé como verdadero. Siempre fui así. Pero tenía que descubrir qué era, tal vez la soledad me afectaba, tal vez el encierro, tal vez la ansiedad; no lo supe. 
Caían cosas de arriba que lastimaban, un pedazo me cortó la remera y llegó a lastimarme el brazo. No eran escombros, era algo peor; mucho peor.
Seguí pateando polvo mirando hacia arriba, supongo que el techo tenía la respuesta, siempre levantaba la vista para solucionar los problemas, era como el apunte debajo del banco para la prueba de historia.
Estaba cerca de la respuesta, oddosamente me di cuenta que el idiota había sido yo, no ella. Lo descubrí con ese polvo grisáceo.

Entendí que si la lady traiciona una vez, se la lleva el diablo
más de una vez, a mí me dedicaron el título

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