jueves, 9 de enero de 2014

Última página de la novela

Y una vez más vuelvo a escribir como un idiota. Ciertamente la entrada anterior no sería y no fue la última. Ahora sabés que estoy perdiendo tiempo una vez más, acá sentado en un banco, en un parque; dejando ver las hojas del no otoño que caen y se degradan en el pasto. Ya no sufro, ¿para qué?. Elegí ser la víctima de esta triste realidad, pero elijo no sufrir, elijo levantarme: ponerme de pie. Ahora sé qué ocurrió, ahora sé cuál fue mi error, ahora sé cómo me mentiste, ahora sé cuánto sufrí. Entonces decido en este mismo momento no sufrir más. Descubrí que ya estamos lo suficiente distanciados como para atreverme siquiera a hablarte. Fuiste mucho y no fuiste nada, pero ahora lo sé: no seremos nada. Entendí que de nada sirve seguirte: seguir a alguien que sólo se preocupa por su propio interés; que su intención más grande es el qué dirán. Que quiere quedar bien con Dios y con el diablo. Lo lamento aunque no sé por qué, porque de qué sirve sentirse mal si del otro lado: nada. Te conocí y me enamoré, ahora cada vez entiendo más que el enamoramiento es una triste ilusión. Que simplemente eras nada, y cambiabas tan rápido.
Entonces si el viento venía del este, vos venías con él, si el viento venía del norte, vos lo acompañabas. Si te llamaban, vos aparecías. Si te nombraban, vos te ocultabas.
¿Y sabés qué? Así no se puede, no puede cambiar el fuego de color, no puede cambiar el vector de dirección, no puede un profesional hacer todo mal, o un inexperto lidiar con todo. Simplemente no se puede.
Y así fuiste vos: cambiaste con la corriente.

Tal vez bipolar, y lo lamento.
Hasta nunca, vieja ilusión

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