martes, 21 de junio de 2022

¿Ajedrez o ella?

Ajedrez de día. Ajedrez de noche. Ajedrez en el tren. Ajedrez en la plaza. Ajedrez en la montaña. Ajedrez en la playa. Ajedrez sentado. Ajedrez de pie. Ajedrez con los ojos. Ajedrez a ciegas. Quiero ajedrez. Mejor aún, quiero MUCHO ajedrez.

Peones blancos y negros. Chócanse en el centro. Batalla difícil. Caballos, intentan estos amenazar dos piezas, pa ganar una. Los cuchillos se llaman alfiles. Ellos molestan desde lejos. ¿Y la dama?, ¡qué increíble belleza! ¿Y el rey? Debilucho extrañamente y confinado a una posición pasiva, detrás de esos igualitos peoncitos, sin personalidad, ninguno.

La enjundia que poseía el litigio de aquel día, ese jugado por maestros, era abismal. Así que, para no perdérmela (me refiero a la batalla), troté fuerte hasta llegar al club. ¿Y no es asombroso? La palabra serendipia consiguió alzarse rápidamente y con galantería. Hizo, probablemente en el año, su única, colosal y majestuosa aparición y me choqué (no literalmente), en la calle, con un caballo. Pero con un corcel de verdad. Lamentablemente no lo pude esquivar fácilmente. Grité enojado "¡¡¡¡REY POR CABALLO!!!!". No funcionó. No llegaba a tiempo, en ese momento un animal me impedía el paso. Un caballo que ni siquiera estaba en el tablero. Que por supuesto no hacía parte del juego. 

A propósito: ¿Con una dama sí prefería chocarme?, ¿con una de verdad?, ¿una que no aguarde quietecita y dócil en el tablero?, ¿una que no me tenga que esperar en el club?, ¿una petisita?, ¿blanca?, ¿tranquila?, ¿frágilmente poderosa?, ¿sensual?. ¿hermosa?, ¿bella?, ¿una con la que debería elegir juntarme ese día?. 

En realidad la única respuesta a todas esas preguntas es muy sencilla. Aún prefiero la dama de madera. La del tablero. Y también los otros trebejos. Porque al ajedrez, a ese bellísimo juego, no lo abandono por nada del mundo, ni siquiera por esa soberbia y que produce taquicardia mujer argentina. Porque sigo prefiriendo enrocarme en corto, porque ese movimiento siempre es mucho más sensual y adictivo que el estupendo, aposteósico y placentero gorrasmo, y su preliminar #$ito.

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