jueves, 3 de enero de 2013

El día del baile

Habíamos bailado toda la tarde, similar a la danza del día anterior pero con un mejor tono y más temprano. Hasta los tres primeros bailes todo salía de perillas, la dama que había encontrado en aquel lugar me daba fuerzas para mover las piernas y no cesar. Simplemente había encontrado la clave, o eso era lo que yo creía. Pero mi dolor del día anterior empezó a reaparecer cuando empecé el cuarto baile, y no sólo a reaparecer, sino a apoderarse de mí terriblemente. Un golpe de tobillo contra el suelo hizo que éste se doblara y me haga perder el equilibrio. No me abstuve de seguir porque estaba totalmente invadido por el orgullo y el pudor. Esto delataba en mí un tropiezo inminente.
Así fue mi herida, la cual detonó mi derrota y se hizo visible en los siguientes bailes.


Este cruel hermetismo encierra una lógica, que tal vez sólo yo entienda; pero estas breves líneas están escritas sólo para mí, y quién me conoce.

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