viernes, 15 de febrero de 2013

Sí Señor, esto me interesa.

Si no entendiste las indirectas ahora van las directas: Te amo, te amo y te amo.
Con esta presentación dejo en claro algo obvio: "Yo te esperaré..."
Pero ahora me quiero meter en el principio de la felicidad, vamos a investigar y charlar sobre los intereses de las personas. Suena raro ¿no?. Pero no lo es, y ahora pasaré a explicar a qué me refiero. En esta ocasión vamos a hacer la entrada tal vez algo más dinámica, voy a explayarme en los temas que me interesan. Supongamos lo siguiente, voy a redactar bajo un punto de vista distinto a las entradas anteriores. Un sacerdote, menciono el sacerdocio para expresarme acerca de alguien que lleva una vida humilde, trabajadora, siempre tratando de mejorarse a sí mismo (Cabe mencionar que esta aclaración no significa nada, no quiere decir que me pliego al sacerdocio ni mucho menos). Pero quiero dejar en claro la vida que lleva este trabajador y oveja de Dios debido al siguiente ejemplo:
El sacerdote ama a sus hermanos y hermanas, les enseña y trata de que sus vidas cambien, sin juzgar (en un principio) ni castigar con palabras, aunque ocultas, la actitud anti-Dios. ¿Qué quiero decir con esto? Trata de ser entendido por sus aprendiendo y es comprensible con ellos. Es cierto, esta es la actitud que debería tomar un ciervo de Dios, pero no es fácil reconocerlo. 
Entonces, yendo al grano digamos: Quien ejerce esta profesión intenta, por cuántos medios pueda y se interesa por la enseñanza del hermano (y acá el verbo que nos interesa, *De nuevo, ¡Mi Dios!, otra vez el verbo*)
El sacerdote o más bien cualquiera que ayude a Dios tiende a llevar a cabo una vida tranquila y oradora, ama a los que ayuda pero siempre trata de llegar a Dios, apunta a otro lado, la vida es una autopista ellos (un lugar donde pasar, pero tal vez dejando una huella) y, de paso, reza por sus amigos, compañeros, hermanos y todos los que le vengan a la cabeza (O eso supongo). Y ahora el interés de alguien bastante distinto al sacerdote u obispo (u otra cosa que se le parezca) es aferrarse a la vida, y gozarla de manera egoísta, sin pensar en los demás. Éste hombre, aunque tan egoísta y malencaminado que sea, no tendría que sufrir las inclemencias del pensar: "Nadie me quiere y no tengo a nadie". Y entonces acá citaremos a San Agustín, mi padre, nuestro padre y maestro, quien pasó alguna vez por estas tentaciones y no las pudo evitar, pero insistió, insistió, y con el rezo de su madre y su incansable voluntad llegó a ser... JA, ¡¡mirá quién llegó a ser!!

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