viernes, 29 de marzo de 2013

Somos todos diferentes, pero iguales

Apenas crucé la calle lo vi, era una subespecie extraña del ser humano, o sea parecía el primer intento de creación de la especie. Tenía la cabeza muy grande, aunque creo que ahí adentro sólo podremos encontrar excremento e inutilidades. Me acerqué con miedo, en verdad parecía un mono, ¡Ya me daba cuenta! ¡No todas las exageraciones por la tele eran falacias, nos parecemos mucho a los monos!. Pero me daba cuenta que no era un mono, no me miraba con tono indiferente, me miraba con inquietud, parecía tener inteligencia. Parecía cuestionarme, recorriendo mi cuerpo con sus patéticos ojos; con su mirada hasta llegué a pensar que el raro era yo, que yo era quién no concordaba con el mundo y yo solo era llamado "el loco", ¡Qué locura! ¿No?. Desde luego yo me quería convencer que el excéntrico era él, entonces recorrí la cuadra con la mirada, con un tono de desdén, con simple dejadez porque yo estaba seguro, ¡Él se veía como un animal!. Entonces observé a los muchachos de esa cuadra, efectivamente todos eran como yo... ¡Qué salvación!. Pero pude darme cuenta que ninguno de los transeúntes lo miraba extrañado a ese ser tan horrible y fuera de lo común, todos parecían aprobarlo, lo miraban rápido y seguían caminando, dejando por el barrio cuántas huellas puedan para no ser olvidados, dirigiéndose hacia su inmediato destino. Entonces me puse a pensar, ¿Quién estaba juzgando? ¡Yo! ¿Y quién era yo? Uno más de los transeúntes pero con alto ego, creyendo ser mejor que los demás. Y simplemente en ese día me di cuenta que no todos somos iguales, que si no sería aburrido, que hay que respetar el semblante del otro porque éste fue otorgado por Dios, sin más vueltas, y que nadie es mejor que el de al lado, somos todos iguales a los ojos de Dios.

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