sábado, 20 de abril de 2013

¿Llegaremos?

Estábamos a tres cuadras del cielo, sólo faltaban tres cuadras ¿Podés creer?. ¿Pero cómo sabíamos? El cielo se gana pero nunca se sabe a cuánto alguien está de él, nunca se puede saber cuánto te o le falta para llegar y tocarlo al fin. Es cierto, lo tengo que admitir, éramos codiciosos, sumamente codiciosos y renegados y tengo que admitir que no sé por qué, no sé cómo Dios me y nos perdonó los pecados tan rápido, fue una búsqueda somera, realmente así fue. Nos habíamos confesado, habíamos cambiado de actitud de un día para el otro, el esfuerzo fue inaguantable (para decirlo de alguna manera), pero valioso, en definitiva valió la pena. Entonces no encontrábamos ninguna razón lógica, tanto que hasta llegamos a dudar si ésta, tal vez para nosotros en ese momento entelequia o paradoja, era realmente cierta, o era puro engaño, probablemente era pura argucia. Tal vez nos habíamos hecho una idea errónea como tantas que la gente siempre se hizo para averiguar para qué estamos hechos, para averiguar si Dios está contento con nosotros, para averiguar el sentido de la vida. ¡Tanto habíamos corrido! Estábamos exhaustos, y lo tengo que decir con aire de franqueza, y es la primera vez que escribo tamaña confesión: estábamos muy cansados, muy cansados de pelear, muy cansados de buscar la verdad en este mundo tan falso y tirano. ¿Entonces qué ocurrió? Paso a explicarlo en orden cronológico, si tuviera que caracterizarlo diría que fueron los mejores minutos de mi vida. Estábamos llegando al cielo, agitados pero contentos, con ansiedad y no nostalgia, con ganas de abrazar a quién nos abra los brazos para hacerlo, habíamos sido muy queridos, pensábamos bajo nuestro único techo de egoísmo. Estábamos contentos porque llegaríamos, siempre quisimos hacerlo pero nunca habíamos sabido a ciencia cierta cuánto nos faltaba; pero ahora lo sabíamos, estábamos muy contentos. Y ahora nos pusimos a hablar de lo tontos e inútiles que serían los que no llegaban, estábamos contentos porque éramos los únicos, y que los otros se pudran... En realidad no podíamos creer lo siguiente: A lo largo de nuestro inmenso y casi interminable camino tuvimos la horrible oportunidad de cruzarnos con gente de buen gusto, que nos trató bien, muy bien y aún así retrocedieron, personas buenas a quién nosotros tratamos con sarcasmo. Y después de tratarnos bien retrocedieron. Entonces llegamos, la puerta estaba abierta, tal como lo habíamos previsto, lloramos de emoción por al fin estar cómodos para siempre. Pensábamos en este lugar como lleno de "magia" y comodidades. Y había ocurrido tal cual lo habíamos intuido: Había alguien en el umbral de la puerta, esperándonos con los brazos abiertos, literalmente. Fuimos los dos corriendo, tan rápido cómo pudimos, y allí ocurrió la "magia", allí ocurrió este hecho: No quisimos abrazar a quién nos esperaba, cuando lo vimos a los ojos lo odiamos, odiamos todo el lugar, odiamos ese aire de confianza tan engañoso, odiamos tanto como odia el que nos estaba esperando, odiamos a todos y todos nos odiaron. Esos ojos rojos llenos de fuego e ira, esos ojos del demonio. Pero una vez frente a él no quisimos retractarnos, esta manera de odiar nos parecía confortable, nos miramos entre nosotros y sonreímos porque estábamos en el infierno, el cielo se había convertido en infierno, y todas las personas que nos habían tratado bien, eran quienes fueron al cielo directo. Nos equivocamos de camino pero este era nuestro fin, esto era lo que merecíamos y lo que en definitiva queríamos: El odio, la maldad, la ira, el rencor, la muerte. Y como si fuéramos dueños del infierno entramos despaciosamente, ya habiendo eludido a la otra figura que nos llamaba diciendo que podíamos todavía cambiar de opinión, Dios nos llamaba haciendo entender que el demonio no es nada para Él y que podíamos permanecer en su casa. Pero una vez entramos, permanecimos, ya no podíamos volver, ya no podíamos elegir, seríamos infelices. Se cerró la puerta detrás nuestro, ya estaba dicho, nos hundimos en esta horrible depresión, en esta infelicidad del infierno, el demonio había ganado, y nosotros habíamos caído en la trampa, en el egoísmo, en el infierno.

1 comentario:

  1. Anónimo4/21/2013

    Entró por un camino lleno de árboles altos y frondosos. Llegó. Estaba y vio esa puerta. Llegó sin fuerzas y no entró. Vio la puerta una vez más y desapareció entre las calles. Entonces empezó a llover, a llover, paró de correr hasta que la lluvia calmó.

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