Cuenta la leyenda que Aminar, un gran caminante empedernido, fue en busca de un tesoro y se dispuso a caminar y luchar cuánto sea necesario para llegar a ese lugar idílico, o a ese objeto idílico, porque valía la pena, se daba cuenta que sin él no podía vivir, entonces si no había otra salida, moriría, pero en esta vida no estaría sin él, ya no más. Entonces emprendió su largo viaje, lleno de incertidumbre y temor, pero con un corazón valiente y dispuesto a dar todo de sí para lograr que ese sueño se hiciese realidad. Pero estaba asustado porque no sabía qué pasaría, fue sólo una suposición de él (estaba casi seguro que tenía que ir de esa forma, a ese lugar y comportarse de tal manera, acorde a su valentía, pero nunca llegó a plantearse por completo cuán peligrosa era la situación).
Parecía que todo andaba bien, parecía que ya estaba a punto de conseguir lo deseado y llenarse de felicidad, porque (según él), desde que encontrara ese tesoro, su felicidad aumentaría a tal punto de olvidarse que antes había estado triste, de olvidarse de las palabras: tristeza y depresión. Pero en relaidad nunca sabemos la verdad, lo podemos imaginar, porque a todos nos pasa. Ya se había jugado, no podía volver atrás, había caminado hasta el final de un sendero que finalizaba en un precipicio, y a pocos metros estaba la continuación. Había empezado a llover, por eso no podía retroceder, la continuación estaba a tres metros, él podía saltar pero tenía que tomar carrera, no podía hacerlo, no podía volver para atrás, estaba muy roto el camino por donde había pasado y se rompería más. Lo llenó una angustia de repente, se daba cuenta que nadie se acordaría de él, que no se acordaría de él quién quería, y este tesoro sería de otra persona, alguna que sea tan valiente como él pero lograse llegar, alguna que vaya más preparada y no hiciera una búsqueda tan fugaz y poco precisa (como hizo él).
No quería mirar hacia abajo, pero con tono pesimista sabía que lo esperaba el vacío, el precipicio, y la infelicidad, lo esperaba la infelicidad y la destrucción, el desasosiego ya lo perturbaba...
La infelicidad de darse cuenta que no estaría con esa mujer, ya no había consuelo que valga, ya no había intento que valga.
Fue
triste, pero así fue...
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