jueves, 23 de enero de 2014

Stop crying & start living

Estoy seguro de que mi sueño debió haber sido sumamente anormal, incluso tan extraño que no soñé con desamores, nostalgias o temores. Pero no me acordé, ni me acuerdo a qué jugó mi subconsciente cuando mis ojos estaban cerrados. Tan simple como eso: no me acuerdo. Pero me sentía apático, vacío, lleno de nada. Claramente no esperaba sentir frío, pero no sentí pena, ni soledad, ni el verbo amar se cruzó por mi cabeza como un anhelo o ansiedad. Sentí esa sensación no tan extraña, sentí dentro de mí a ese intruso errante que no desaparecería fácilmente: sentí miedo.
Y acá vuelve a escribir, esa persona que ya conocés. Esa persona que cambia de opinión fácilmente. Esa persona que a veces se ciega y se deja llevar por su negligencia. Quien sufre por esa rosa que aguarda, que espera, y juega con la debilidad del hombre. Ese soy yo: un pobre idiota que apostó todo a una mujer, apostó todo a un final feliz que no llegó, apostó todo a nada, apostó y perdió, regaló y perdió.
¿Y quién creés que soy? ¿Soy el del principio? ¿Soy el de recién? Yo tampoco lo sé, pero lo sé. Ni yo mismo espero una respuesta, ya no. El verbo esperar no existe en mi diccionario, ya no. El verbo sentir permanece ardiente. No soy el del primer párrafo, no soy insensible. Soy algo mejor de lo que escribí, soy mejor: mucho mejor.
Pero soy inteligente, al fin mi corazón idiota fue vencido por mi razón, al fin le dio su espacio.
Sé que valgo, por supuesto. Y lo repito, y lo afirmo. También sé que no puedo ir a buscarte, no puedo perder más tiempo. No quiero dejar de vivir, no puedo seguirte. No quiero seguir los pasos de nada. No puedo llegar a vos: una estrella perdida, perdida… quién sabe dónde. ¿Quién sabe en qué parte del universo se perdió? Pero ya está, el tiempo se acabó y debo seguir adelante.
La vida es corta, y creo que hay que vivirla.
Me hiciste crecer, te agradezco. Y ahora no llores.

Hasta nunca.

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