lunes, 5 de mayo de 2014

12

12 personas me escribieron (12, siempre doce). 12 personas estuvieron presentes ahí, cuando esperé con ansias el trofeo que no llegó, tal vez porque el organizador se olvidó de mí. ¡Terrible bazofia humana!. No te olvides, pero doce. Si hubieras estado, trece. No se cumple: gracias. Gracias.
12 horas, un día, 12, nunca se olvida el dos de apelmazarse junto al uno, a su derecha. Y cuando vemos el reloj, siempre doce. Siempre doce. Doce eran las veces que me llamaste antes de marcharte, doce fueron las campanadas antes de que aparezca otra vez ese pérfido destino. Dose. Dose. Dose. Dose. Y lo odio, y me espanta, y aparece ahí ese número casi Voldemortiano en cuanto a innombrable. Y aparece con su petulancia también asquerosa, y maldita. Casi no indescriptible, casi espantosa. Y mi ojeriza, que me lastima, me lastima. Más aún siendo las 23:48, faltando sólo dose para las 1Z.

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