sábado, 26 de marzo de 2022

Solo por elección

Vuelvo a escribir. Quizás un poco renovado, feliz seguro. Quiero cambiar de tinte a uno más positivo. Entiendo que tu tiempo es oro, así que, por mi parte, nada de vueltas, nada de volteretas.

Vayamos al grano. 

Quiero contarte, querido diario, querido blog, querido ser extraño o loco que me lee, que cada vez estoy más solo, y me encanta, y lo adoro. Lo amo con locura. Mi soledad es mi aliada, nunca me sentí tan satisfecho. Feliz. Aunque es raro, quizá porque la mayoría aboga por tener pareja. No está mal. No creo que estar con alguien sea errado; al contrario, se crece, conoces tus debilidades al ver al otro a la cara, entendiendo sus cicatrices comprendés también las tuyas.

Pero la soledad, la bendita soledad... 
Poco se ha escrito sobre ella, para darnos cuenta tarde que quizá encontrarnos con su silueta sea la mejor de las bendiciones. "Sos muy solitario" quizá te digan. "Qué aburrido debe ser estar tan solo". Creeme que se equivocan, y no sabés CUÁNTO.

La soledad...

La soledad es amiga de la oratoria, porque se aprende a hablar en soledad. Leyendo, y si te animás, también, escribiendo. La soledad es amiga de la calma. La soledad es amiga de los filósofos, de los libros. Del piano. Del buen talante. Del amor propio. De la empatía. De la inteligencia, social y no social.

¿Quién huye de la soledad? Los pobres. Pero pobres de espíritu. Quien más halla un sentido profundo de su existencia, abraza la ausencia de compañía. Te vas a quedar solo. Vas a morir solo.

Por último, prefiero mucho más tener un amigo que no tenga amigos y que sepa disfrutar de su propia y única compañía, que aquel carismático socialmente (llamémoslo extrovertido) que ni sepa qué lo mueve, qué le motiva, qué lo hace saltar de la cama; y hablando de cama, se esconda con miedo debajo de ella cuando la soledad toque su puerta.

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