miércoles, 5 de junio de 2013

"...sin esperanzas"

Se había echado para atrás, esa historia, lo que a él le estaba pasando no era sólo una novela, no era una novela, era real. Consiguió unir lazos y salió caminando para la casa de Smith, un gran amigo. Estaba llorando, un gran rostro pero perdido de belleza, sólo por su apariencia, sólo por esas tristes lágrimas en la cara, había sido un buen hombre pero estaba lastimado, lo habían abandonado. Caminando cabizbajo entendió que él no había tenido la culpa, pero sí la había tenido por elegir semejante mujer. Vio dos puntos a lo lejos (no hablemos de neurótico, estaba soñando, estaba imaginando indignado), dos colores (para ser más preciso). Dos colores amargos, que a cualquiera le darían angustia, el negro y el marrón café. Tomó la iniciativa y siguió ese destino, esos colores que algo le decían, pero no quería hacerlo, ya no había otra opción.
Caminó deprisa para hallar esos puntos que se unían, esos puntos inimaginables para el lector pero tan perfectamente visibles para el personaje. No se había percatado que lo seguían desesperados, pero él iba más rápido, esos puntos divergentes que no terminarían tan pronto (no saldrían de su cabeza tan rápido como entraron).
Pero insisto, lo seguían, lo seguían otros dos colores: amarillo y verde, tan alegres que me es difícil describirlos.
Éstos no lo alcanzaron, el amor, el perdón, todo había quedado perdido cuando el muchacho infeliz se enfrascó en los colores de adelante, los más fáciles de ver, la tristeza, la infelicidad, la amargura y la angustia.

1 comentario:

  1. Anónimo6/05/2013

    Esos colores se transcriben para el lector en una experiencia vivida, que aún no ha terminado. Una acción que tiene nombre específico pero me reservo el nombrarlo, que no veía venir, pero pasó, porque la ambición es una fuerza devastadora. Porque la violencia y la injusticia empiezan en nuestros pequeños círculos. Y decir, hasta dónde esto me ha afectado…no sé. Me abrazo de palabras y me hago fuerte. “Todo bien”, es una paradoja.

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